Resistance-images  (tercera parte)
Por Gerhard Haupt

La comunidadEn una forma de trabajar como ésta, que engloba en el nivel artístico lo destructivo como elemento de un principio creativo constructivo, y que celebra la actividad creativa como proceso en sí, no sorprende que haya dado lugar a interpretaciones erróneas. En Londres, estación que siguió a Alemania, en un edificio abandonado perteneciente a una antigua lavandería industrial, parcialmente destruída por un incendio, se abrió para la artista un estimulante campo de experimentación. En el solitario retiro de la amplia sala principal y recintos adyacentes adquirió, a través de la manipulación de numerosos objetos reducidos a deshecho, una nueva sensibilidad de espacio y de combinación de material. Esto tenía sin duda algo de lugar de culto o de cocina de brujas. Un observador casual la denunció a la policía, que se apresuró a investigar. Con mucho esfuerzo logró ser convencida de que no se trataba de rituales satánicos sino solamente de arte.

La atmósfera sacra de este edificio industrial del siglo XIX aparenta haber dejado su influencia sobre las obras allí originadas. Algunas de ellas irradian una extraña solemnidad, un aura de retablo o relicario. Formas en correspondencia sobre la pared y sobre el suelo representan arquetípicamente el cielo y la tierra y se convierten en paisajes espirituales de una cosmogonía muy personal. Nuevamente aparecen los libros, pero esta vez como portadores de energía de culturas basadas en la escritura. Como a través de cordones umbilicales fluyen las corrientes energéticas entre los libros y otros objetos.

Global, 1993 Investigando la Eastway Laundry se encontró Pat Binder con un canal de desagüe lleno de aceite. Comenzó a verter esta negra y pegajosa sustancia sobre las hojas de libros abiertos, por lo que la multiplicidad de ideas captadas gráficamente en la escritura desaparecía bajo una triste masa homogénea. Con ello alude al peligro de un aplanamiento de la riqueza cultural, producto de la progresiva intercomunicación tecnológica que alcanza aún los lugares más recónditos. Esta metáfora de una amenazante monocultura tiene simultáneamente una connotación ecológica. Demasiadas veces hemos visto el plumaje negro pegoteado de las aves bautizadas de muerte en el petróleo derramado por algún buque - tanque averiado; demasiado presentes nos son las imágenes de conflictos bélicos por el acceso a los lugares de extracción, como para que subsista en nosotros un pensamiento inocente respecto del valor económico del oro negro. Al mismo tiempo ironiza Pat Binder las técnicas artísticas tradicionales en huellas chorreadas de aceite, que incluso no carecen de atractivo estético. Su utilización de esta sustancia es multifacética. Por ejemplo cuando se halla en botellas flotando sobre otros líquidos se delimitan distintos niveles de significado. Objetos profanos, sin valor como por ejemplo, juguetes de felpa, al ser rehogados en petróleo son consagrados como objetos de arte. El oro negro los hace valiosos, pero los destruye simultáneamente. Conforme al mito del baño de Aquiles, del cual quedó exento su talón convirtiéndose en su punto vulnerable, también en estos objetos queda una pequeña parte intacta. Sin embargo aquí se revierte la historia y se convierte en una expresión de esperanza. Como ella misma escribe: »Excluída del baño polucionante, ... es (la última parte pura - G.H.) un fragmento de estado primigenio, un resto de inocencia, naturaleza librada a sí misma: en síntesis, un futuro posible.«.

El hombre destruye en su manía de progreso las bases mismas de su supervivencia, a pesar de, o tal vez justamente por ello, lamentar la desaparición de una naturaleza intacta. En el momento en que se apodera de los últimos paraísos, los pierde irremediablemente. Esta contradicción, los esfuerzos inútiles de contener un daño o de revertilrlo y el papel dudoso que juega el arte en la compensación de sentimientos de culpa se convierten por algún tiempo en la temática central de la obra de Pat Binder. No es que quiera denunciar, sino registrar y analizar esta situación, incluso en sí misma. Por supuesto que se halla aquí una actitud crítica evidente, un desconfiar de los valores establecidos y de las estructuras de percepción. Sin embargo no hay en ella ni la más ínfima ilusión con respecto a las efectos educadores del arte. Cada uno puede sacar conclusiones según su personal disposición interna.

Visión: Paisajes, 1994 Una vez más entra en juego la casualidad dejando efectos persistentes en su obra. En un mercado de pulgas en Londres caen en sus manos una caja de metal llena de antiguas diapositivas sobre vidrio. Las percibe como testigos de un lejano mundo inmaculado pues sobre cada una de ellas se veía un paisaje idílico con motivos de agua: orillas de ríos, lagos, lagunas, etc. Como en un experimento de laboratorio las dispuso sobre botellas de leche. De esta manera aparecen las placas de vidrio como portadoras de un fino y frágil sedimento de un objeto de análisis (los paisajes impolutos) y los cuellos de botella como lupas o microscopios. Junto a los libros, sobre los cuales pesan ladrillos de concreto que semejan estructuras arquitectónicas, surge un nuevo paisaje artificial, frágil y compacto, visual y espiritual.

Ritos II, 1995Motivada por el hallazgo de las diapositivas, se lanzó al esfuerzo de realizar ella misma el difícil procedimiento de hacer fotografías sobre vidrio. Tal vez hubiera habido técnicas más sencillas para llegar a resultados parecidos. Al principio era frecuente que se despegase la película fotosensible de la superficie del vidrio y desapareciera en el desagüe. A menudo se cortaba en los dedos con los cantos filosos sin que bajo la luz roja del laboratorio fotográfico notara su propia sangre. En una época en que la manipulación por computadora brinda infinitas posibilidades y frente a la facilidad de hoy día de aplicar fotocopias o copias gráficas sobre cualquier material, se aprecia en este procedimiento una calidad de ritual. En un sentido puede ser visto en relación a su uso del aceite combustible. Así como los objetos banales adquieren a partir de rehogarlos en el petróleo un bautismo artístico, se transforman los cristales de plata en imágenes recién con el baño de revelado en el proceso fotográfico. También aquí se originan sustancias contaminantes. Una (consciente) ironía se produce en el hecho de que el arte de motivación ecológica puede a menudo ser a la vez polucionante. De todas maneras a nadie se le ocurriría echarle esto en cara. El frágil material en el que se presenta la imagen tiene también una significación metafórica. En cuanto se quiebra se vuelve peligroso, corta y lastima al igual que el destruído equilibrio de la naturaleza se vuelve en contra del hombre. A partir de estas ideas realizó Pat Binder su obra »Ritos de purificación«, en la cual clavó esquirlas de vidrio de manera tan brutal en la pared de la muestra, esmeradamente alisada, que le debiera haber dolido a más de un técnico en exposiciones. Al lado corrían sobre el plano inmaculado regueros negros de aceite de los bautizados animalitos de peluche. Autorretratos fotográficos tematizaban la idea como acción simbólica a través del esfuerzo infructuoso de limpiar de aceite a los juguetes de felpa. Fotos de carteles con imperativos de limpieza, obsesión de las sociedades desarrolladas, aparecen como amargo sarcasmo. Los trozos de vidrio con fotografías, en su forma irregular cada uno de valor único, son fragmentos de la memoria y de disímiles apreciaciones de la realidad, que no son posibles de reconstituir en un todo intacto.
  2ª parte sigue  

©  Gerhard Haupt / sitio web: Pat Binder